Para los uruguayos, el pueblo
brasilero es una envidiable comunidad de optimismo y alegría, no importa cuan difícil
sea la situación por la que atraviesen. Dos ejemplos me permiten ilustrar mejor
esta impresión. Una de las mejores formas de conocer a un pueblo es mezclarse
con él, y una de las mejores maneras de hacerlo es viajar en ómnibus. El viaje
en ómnibus, sobre todo a la hora de salida del trabajo es definitivamente una
experiencia imperdible: la gente que de a poco va llenándolo, luego de pagar
los R$ 1,20 correspondientes y pasar el molinete por el lado trasero, comienza
a dialogar unos con otros, de una extremo al otro y a viva voz, entrecruzándose
varias conversaciones en un mismo medio de transporte. Además del griterío, los
vendedores ambulantes y los lisiados, en lugar de alternarse - como sucede en
Uruguay- cohabitan en un mismo ómnibus, cada uno con su correspondiente speech
marketinero. Por último, al bajar, nadie se mueve de sus lugares, ni frente a
nuestro tímido "com licença", lo cual hace que finalmente terminemos empujando
a todo el mundo para poder lograr bajarnos en la parada deseada.
El fin de semana pasado fuimos a
Parati, una ciudad colonial del S. XVII que tuvo su cuarto de hora durante el
ciclo del oro, llegando a ser el segundo puerto de Brasil. Hoy esta bregando
por ser Patrimonio de la
Humanidad. A 250 kms de Rio, el casco antiguo de Parati es
muy interesante para los amantes de la historia, una especie de Colonia del
Sacramento, pero rodeada de morros con espesa vegetación tropical, pero también
menos cuidada que nuestro orgullo nacional. Uno de esos días asistimos a la
misa de su Iglesia Matriz, y este es el segundo ejemplo que les paso a
comentar. Para empezar, las pegadizas canciones litúrgicas eran acompañadas de
dos guitarras, órgano, batería, y por supuesto la voz de todos los fieles -
incluso la nuestra, gracias a que cada
uno tenia su correspondiente libro de canticos- , que como en la mejor de las
Iglesias Dios es Amor, cantaba con un fervor inimaginable en nuestras tranquilas
y aburridas - Dios me perdone - misas de Uruguay. Como en un recital, el
celebrante arengaba a los fieles y pedía que contestara mas fuerte si no los oía
bien, al mejor estilo Cacho Bochinche cuando preguntaba "Como les
vaaaa???". La gente aplaudía, levantaba los brazos, realmente gozaba y
disfrutaba, y puedo afirmar sin temor a equivocarme, que se sentían más cerca
de Dios.
Ese fin de semana que fuimos a Parati
alquilamos un coche para ir allí. Fue todo un desafío manejar en estas
carreteras, sobretodo cuando éramos los únicos que respetábamos - o casi- las
indicaciones de velocidad. Entre lo que nos pasó, agrarramos un embotellamiento
en la ruta, le erré a la entrada a Rio y terminamos cruzando el puente a
Niteroi 13 kms más, y el día que lo íbamos a devolver se nos recalentó en medio
de Nossa Senhora de Copacabana y Santa Clara y empezó a salir humo, todo el
mundo nos miraba. Lo peor de todo, es que gracias a ello llegamos una hora
tarde a un cóctel. Aparte de eso, fue buenísimo manejar acá y ver como
zigzaguean y te pasan por todos lados, y te hacen clavar los frenos de repente.
Montevideo, una aldea.
Dicen que cuando la capital de Brasil
se traslado de Rio de janeiro a Brasilia en 1960, Rio recibió otro destino, el
de capital cultural: 166 salas de cine, 58 obras de teatro en cartel, museos,
conciertos, y excelentes librerías nos hacen comprobar que esta cumpliendo muy
bien su nuevo rol. La plaza XV de Novembro, fecha de 1889 en que se proclamó la
República es el epicentro del Rio histórico, desde donde salimos a comprobar
que quedó de la manzana de la discordia entre franceses y portugueses, luego
capital virreinal e imperial. Muy cerca están la Catedral antigua, antes
que la nueva y piramidal la desbancara de su papel de principal templo cristiano,
el Paço Imperial, especie de Cabildo a la portuguesa, y el Palacio Tiradentes,
lugar donde funcionaron las antiguas asambleas republicanas y actual Congreso
estadual. El Palacio de Catete - del mismo estilo renacentista que el Palacio
Santos- fue la antigua residencia de un poderoso cafetalero, que luego alojó a
todos los Presidentes desde 1897 hasta 1954. Actualmente alberga al Museo de la
República, donde se puede ver una galería
de todos los presidentes, hasta la misma e intacta habitación donde se suicido
Getulio Vargas en 1954. Caminando por Flamengo, y a pesar de los 36 grados del
reloj, subiendo la cuesta del morro da Gloria, llegamos a la Igreja homónima, una
iglesia octogonal barroca de 1739, cubierta en su interior con azulejos
portugueses. Desde allí hay una muy linda vista del centro, del monumento a la Segunda
Guerra, del aeropuerto Santos Dumont, y del omnipresente Redentor, como
siempre.
El Teatro Municipal de Rio, de 1909,
al mejor estilo beaux arts, es una réplica de la Opera de la Bastilla de Paris;
gracias a la perspectiva se nos impone elegante, majestuoso, junto a los
igualmente soberbios edificios del Museo de Bellas Artes, y la neoclásica
Biblioteca Nacional. El domingo pasado asistimos al Centro Cultural Banco do
Brasil a la obra Longa Jornada de um dia noite adentro - Largo viaje de un día
hacia la noche-, el clasico de Eugene O'Neill, en una muy buena presentacion. Pero
como deporte tambien es cultura, anoche fuimos al Maracana, donde torcimos en
un discreto - al decir de Kesman- Botafogo x Internacional. Fue muy emocionante
haber entrado a este estadio donde alguna vez supimos arruinarle la fiesta a más
de uno. También fuimos al muy bien conservado Hipódromo da Gavea, que todavía
guarda el elegante y distinguido charme
de la aristocracia carioca. Lamentablemente por estar vestido con bermudas no
pude entrar al palco principal, me tuve que conformar con el palco de segunda y
mezclarme con los burreros de alma.
El sábado fuimos con la Cónsul - toma
mate- al Corcovado, de cuya archiconocida imponente vista no hago mayores
consideraciones, y luego nos fuimos a almorzar - aclaro que dividimos entre
todos, para evitar incidiosos comentarios de que nuestro Servicio Exterior esta
manteniendo garroneros- , y probar algo de lo típico: como aperitivos, petiscos
como bolinho de bacalhau, aipim - mandioca frita- y polenta frita con salsa de
gorgonçola - de queso-, y como plato principal, feijoada, la clásica, con su
arroz, porotos negros, la farofa, el cerdo, los pedazos de naranja. Y lo mejor
de todo, con 30 y pico de grados de temperatura ambiente. Mañana vamos a
Petropolis, la Versalles
brasilera, el sábado a ver a la Sinfonica Municipal al fuerte de Copacapana, en
un programa que incluye a Mahler, Beatles y Tom Jobim. Finalmente, el domingo
en el puesto 3 de la playa esta Caetano Veloso, desde donde conmemoraremos
nuestra fiesta nacional. Feliz Noche de la Nostalgia!
Encorsetados entre rejas, los
cariocas amanecen antes que la bruma se disipe totalmente de los morros. Mezcla
de olores, entre a sal del océano y el de nafta con alcohol, nos incorporamos
al torrente de personas que inician el día. El recorrido del ônibus nos muestra las bellezas y
miserias de esta ciudad, según miremos mas cerca, o mas lejos en los morros.
Las diferencias entre Copacabana e Ipanema son visibles. Más elegante y segura
esta, más variada y desafiante aquella. Pero claro, Copacabana carga en sus
espaldas el hecho de ser la marca registrada de Rio de Janeiro. Desde su rambla
donde de luz no termina jamás, hasta los otrora señoriales edificios de los 40
y 50, pasando por la música que suena en todos lados (bossa, samba, salsa), el
barrio más conocido de Rio sigue siendo el punto focal de atención de los
turistas que, como pudimos comprobar, provienen de todas partes, como si se
tratara de una Babel destinada a no derrumbarse jamás. Ipanema, en cambio, más
de entrecasa, se nos muestra más homogéneamente distinguida. Como si fueran túneles,
tupidos arboles (amendoeiras) enmarcan sofisticados edificios enjardinados en
diferentes tonos de verde. La Vizconde de Piraja, donde vivimos, es la arteria
principal y donde se concentran la mayor parte de los comercios de la zona,
desde las clásicas Lojas Americanas hasta la sede mundial de HStern, y las
casas Polo y Cartier. A pocas cuadras, el imponente paisaje de la lagoa Rodrigo
de Freitas, con el Corcovado de telón de fondo y un sinnúmero de edificios y
parques. Clubes de tenis, pubs, restaurantes y hasta el famoso hipodromo da
Gavea acompañan el perímetro de esta inmensa laguna encastrada en el medio de
los cerros. De las mejores postales que hemos visto.
Agosto, 2002
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