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sábado, 11 de abril de 2020

Incursiones domésticas (una pequeña historia de pandemia)

Las llaves de la luz y los pomos de las puertas nunca se sintieron tan bien atendidos. La desvencijada y hasta ahora olvidada llave de la habitación de servicio, tiene desde el 13 marzo su momento de gloria todos los días previo al almuerzo, cuando las huestes sanitarias de Joaquín y Pilar arremeten por los pasillos y las salas munidos de artillería alcohólica y escudos de paño para ejecutar la misión encomendada por los altos mandos. Como siempre, los infantes de la sanitización tienen sus objetivos predilectos, y en este caso los baños y la cocina se llevan los honores. Igualmente, para llaves y pomos postergados como los del servicio y el corredor, cualquier mimo a sus polvorientas estructuras se recibe como una caricia refrescante. A pesar de su corta edad, cumplen su función a rajatabla, para volver a cuarteles a retomar sus manualidades a medio terminar, sus libros o sus ciudades en plena construcción, a la espera de otra nueva misión doméstica, luego que despunte el nuevo día.

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