CRÓNICAS NEOYORKINAS
A pesar de los estrictos controles que se practicaban en Ellis
Island, el gran hub por donde ingresaban o trataban de ingresar millones de
inmigrantes a los EEUU entre 1880 y 1950, nada obstaculizó a que esta
ciudad se convirtiera con el correr de los años en una gran Torre de Babel.
Unas cuantas guerras ganadas - no todas -, sumado a las nuevas
oportunidades en una sociedad que se vendía como “‘de libertad y progreso”, son
parte de los mitos que ayudaron a que irlandeses, italianos, chinos, judíos y
tantos otros extranjeros que entraron por NYC se sintieran cada vez mas parte
de esa joven nación.
New York es tal vez el sueño más alto de ese sueño americano.
Desde aquella “Nueva Amsterdam” que los holandeses compraron a los indios locales
por unas pocas monedas, pasando por la toma por los ingleses y las
subsiguientes guerras de Independencia y de Secesión, caminar por esta ciudad
es también recorrer toda su historia.
Las irregulares calles del otrora pestilente Lower Manhattan, hoy
se pierden entre los rascacielos más grandes de la ciudad y gentes que las
recorren camino a la Estatua ,
a tomar el ferry a Staten Island, o a volver rápidamente a sus oficinas para
seguir marcando la pauta de la economía global.
La ciudad fue creciendo hacia el norte, y con el correr de los
años la isla de Manhattan fue quedando chica para los inmigrantes que iban
llegando por millones, expulsados de sus países de origen por la guerra, el
hambre o la desesperanza.
Hoy seguimos regateando con los chinos del Chinatown, comiendo
calzoni en Mulberry St., comprando de los mayoristas hindúes y turcos de
Broadway y la 30 St .,
o festejando el santo irlandés Patrick todos los 17 de marzo.
El crecimiento industrial de los EEUU después de la guerra de
Secesión, permitió una acumulación de capital tal, que en seguida se reflejo en
el entramado urbano de la ciudad: se construyeron sendos puentes para unir la
isla con Brooklyn y Queens, se creó el Central Park, y la ciudad empezó a
crecer hacia arriba. Así, la opulenta arquitectura de la Escuela Des Beaux
Arts, el Gothic revival y el Art Deco, desplegaron sus mejores facetas que
todavía hoy vemos en edificios como el Woolworth, el City Hall, el Chrisler, el
Empire State, la monumental Grand Central Station, y las catedrales St. Patrick
y St. John The Divine.
Pero NYC es más que mirar hacia arriba y dejarse sorprender con
las terminaciones de edificios e iglesias; es también mirar al nivel del piso y
cruzarse con millones (oclofóbicos abstenerse) de vietnamitas, coreanos, rusos,
boricuas, cada uno tan new yorker como el otro. Eso hace que todo se pueda
probar acá: la comida kosher, la thai, la griega, la peruana…y también nuestros
chivitos y otras especialidades vernáculas en El Chivito De Oro y la Panadería La Nueva de
Queens.
La 5ª Avenida ya nace majestuosa de la Washington Square ,
epicentro del bohemio y cautivante Greenwhich Village. A partir de un
imponente arco ahora restaurado, y ante los diferentes edificios de la New York University,
la fifth va corriendo uptown en un derrotero que la hará pasear ante los
diferentes rostros de la ciudad.
Haciendo gala de esa vocación elegante, hace proa con Broadway a
la altura de la 23 St ,
donde se yergue orgulloso el Flatiron Building, el primer edificio de hormigón
armado de la ciudad. Siguiendo su camino hacia el norte, la 5ª avenida se
vuelve opulenta; bajo la mirada de la neoclásica New York Public Library, las
góticas torres de St Patrick y el Rockefeller Center, las grandes casas de la
moda mundial se pelean por mostrar sus mejores y más audaces vidrieras, y en
esta época del año, por tener la decoración más elegante y luminosa para la Navidad.
Cuando cae la noche, una estrella gigante suspendida en el aire de
la intersección de la 5ª con la 57, enseñorea un espectacular ambiente de
muérdagos, roscas, moñas y muchas muchas luces…ya llego la Navidad a New York!
Pasando la 59, y bordeando el inmenso Central Park, la
avenida se vuelve culta, con las imponentes entradas del Metropolitan Museum of
Arts, el Guggenheim, entre otros, a tono con las elegantes residencias que
conforman el cheto Upper East Side.
Al final de bordear el parque, a la altura de la 110th St, la 5ª
cambia su fisonomía. Los majestuosos edificios con coquetas entradas protegidas
por techos hasta donde terminan las veredas, dan paso a edificios más
bajos donde habitan el ladrillo y el hierro de las escaleras de incendio: es el
Harlem, la clásica zona de los afroamericanos, donde siguen manteniendo sus
códigos y tradiciones. A la altura de la 138th, tratamos de elevarnos con los
locatarios, en una abarrotada misa de góspel en la Abyssinian Baptist
Church, oh yeah!
No hay palabras, sobretodo, no hay adjetivos que alcancen a
calificar esta embriagante ciudad; tal vez por eso aquello primitivos indios la
denominaron “la isla donde nos emborrachamos”. Luego de 500 años nada hace más
honor a esa denominación que esta Manhattan, el centro de la gran ciudad de
Nueva York, una ciudad que sigue recreando su propio mito.
Noviembre
2007
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